El fluido térmico es un elemento esencial en numerosos procesos industriales donde resulta necesario transferir calor de forma precisa, segura y estable. Su capacidad para trabajar a altas temperaturas, manteniendo una viscosidad adecuada y una baja presión de vapor, lo convierte en una alternativa eficiente frente a sistemas basados en vapor o electricidad directa.
Esta característica tan especial permite reducir riesgos operativos y simplificar el diseño del circuito térmico. Donde está más estandarizado su uso es en hornos industriales, calderas de aceite térmico, secadores, intercambiadores y equipos de procesado agrícola o alimentario.
Tipos de fluidos térmicos
Fluidos térmicos minerales
Provienen de la destilación del petróleo y heredan las propiedades naturales de la base mineral. Su rendimiento puede optimizarse mediante la incorporación de aditivos que mejoran la resistencia a la oxidación, la estabilidad térmica y la viscosidad. Suelen ser la opción más económica, especialmente en sistemas que no requieren temperaturas máximas o donde se prioriza un mantenimiento periódico.
Fluidos térmicos sintéticos
Se elaboran a partir de bases tratadas fisicoquímicamente. Estos procesos permiten obtener un aceite altamente estable, con un envejecimiento más lento y mejor comportamiento frente a temperaturas críticas. En muchos casos, su formulación es tan precisa que no necesitan aditivos complementarios. Ofrecen una mayor vida útil y una degradación muy controlada, lo que los convierte en la opción preferida cuando se busca reducir paradas de mantenimiento o trabajar en rangos térmicos exigentes.
Ambos tipos destacan por su uniformidad térmica, algo imprescindible para mantener temperaturas estables en todo el circuito y evitar puntos fríos o sobrecalentamientos, situaciones que pueden comprometer la eficiencia o provocar fallos mecánicos.
¿Cómo elegir el más adecuado?
Seleccionar un fluido térmico no consiste únicamente en escoger una base mineral o sintética. Cada proceso industrial requiere una formulación específica que tenga en cuenta:
En sectores alimentarios, por ejemplo, es habitual trabajar con lubricantes alimentarios cuando se requiere garantizar que los materiales cumplen especificaciones para contacto incidental con alimentos. Existen también fluidos térmicos aptos para instalaciones de procesado alimentario que evitan problemas de trazabilidad o contaminación accidental.
Una mala elección puede provocar oxidación prematura, formación de lodos, pérdida de capacidad calorífica y fallos en bombas o intercambiadores. Estas incidencias aumentan los costes operativos y obligan a paradas no planificadas, afectando directamente a la productividad.
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